jueves, 17 de julio de 2014

Largo Viaje

LAAARGO VIAJE

Cada pocos meses, desde hace mas o menos un año, me veo obligada a hacer un largo viaje en tren, que atraviesa entera la Península Ibérica. Desde Barcelona hasta mi Galicia natal. Por razones relacionadas a mi trabajo y mi poca capacidad adquisitiva, necesito llevar un gran equipaje, que excede en muchos quilos el margen de la mas generosa de las compañías aéreas. En los trenes a nadie le importa nada.

El trayecto entre Barcelona y A Coruña son entre trece y catorce horas, recorrido que hacen dos modalidades de tren: el conocido Tren Hotel, que viaja por la noche, y donde los pasajeros viajan en compartimentos de entre cuatro y séis camas, hacinados como yo me imagino los guetos de los campos de concentración nazis. A la hora de dormir, apagan las luces y los asientos se bajan y se convierten en camas: tienes que acostarte, porque ya no cabes incorporado de ninguna manera en el compartimento. El régimen también es nazi. Si no concilias el sueño, debes yacer acostado, como si esperases la muerte. También tiene algunos vagones con asientos normales, pero el toque de queda se aplica también en el tercer grado. Yo nunca cojo este tren.

El otro tipo de tren es un tren normal, que viaja de día, es mas barato que los trenes con camas y representa uno de los pocos vestigios de la Prehistoria que se conservan intactos hasta nuestros días en la Península. Los íberos, a finales del Neolítico, ya viajaban en Alvia. Algunos investigadores creen que también la Inquisición los utilizaba en el Medievo para acelerar las confesiones. Su origen inmemorial hace que estén protegidos como especie en peligro de extinción, pese a que de vez en cuando, provocan una tragedia.

Corren muchas leyendas sobre el Alvia, hace tiempo unos Peregrinos me dijeron que vieron uno con enchufes, no les creí. Ahora mismo estoy en un tren y una señora con capucha me señala uno en silencio ¡Joder, tiene enchufes!

Nada mas subirme, hago un par de llamadas que llevaba días posponiendo y reflexiono sobre varios asuntos de mi trabajo y de mis estudios que tenía pendientes. Inclus avao avanzo ciertas tareas. ¡Qué bien se aprovecha el tiempo en el tren! Después me como los bocadillos que traía preparados; echo una pequeña cabezada; hago un esbozo para un cómic, pero el tren se mueve demasiado y es imposible mantener el pulso. Me mareo, había olvidado que no puedo fijar la mirada cuando viajo. Así que escucho música; trato de volver a dormir; veo una película en el ordenador y vuelvo a marearme. Trato de volver a dormir, no lo consigo; como chuches y bebo café. Y aun quedan ocho horas. Ahora es cuando realmente estoy sola: me he aburrido y/o comido todo lo que tenía para entretenerme. Solo queda la ancha Castilla.

Pasa el tiempo y soy paciente, observo por la ventana, veo el trigo, creciendo lento y aprendo de el, comprendo que los humanos somos seres frenéticos y desnaturalizados. Que mi vida se basa en destruír otras vidas, que debo prescindir del mundo occidental y me propongo abandonar las ciudades e irme al campo, cultivar la tierra con mis propias manos y vivir con lo mínimo. Sigue pasando el tiempo y ya no sufro, me Ilumino, descubro el Tao, el Camino budista, que se recorre a través de la no-acción, del pacifismo inactivo, que a su vez lleva al no-sufrimiento. He aprendido a vivir en estado de contemplación, ya no necesito bienes materiales, estoy en armonía con el Mundo. Alcanzo el Nirvana, estadio mas alto de la meditación, soy una Bodhisattva, discípula del Gran Buda Amithabha.

Los gritos de un niño con su hermano me arrastran fuera del Nirvana, como si me echasen agua por encima, el mayor le pega al pequeño, discuten por una galleta, la última galleta en el tren y soy el triste testigo de otra escena en la que el ser humano se convierte de nuevo en salvaje ante la mínima desavenencia. El Buda enseña que no se debe intervenir, confiamos en la justicia del Karma, que a cada uno devolverá en la siguiente vida el precio de sus acciones.

Todavía quedan séis horas de viaje. Y medito sobre ello. ¿Es que no estaré ocultando mas que temor tras un muro de falsa espiritualidad? ¿Tenemos los humanos el acceso a alguna verdad del Mundo? ¿O sólo nos arrastramos por la Tierra, intentando comprender misterios insondables sin respuesta? Degradándonos con falsas teorías, ideas e hipótesis, alejándonos del Señor, que sólo nos pide creer y acercándonos cada día mas al Demonio... Comprendo que Jesucristo ha muerto por nosotros y que yo soy una pecadora, que me miento a mí misma, confundiendo continuamente el Bien y el Mal. Dios me odia, porque soy del Demonio. El Demonio está en mi, es parte de mi e iré al Infierno. Me siento miserable. Una señora me nota nerviosa y me ofrece una botella de agua y lo entiendo todo: Dios es piadoso y no me abandona, aunque yo haya pecado. Juro una vida de abnegación para ayudar a los demás. Con mi arrepentimiento, ganaré mi redención. Diós me asegura que todavía una parte de mi alma no está corrompida: regaño al niño que le ha pegado a su hermano y comienzo mi labor de evangelizar.

Los niños se aburren pronto de mi, dejan de escucharme. Se burlan y me planteo si mi estadía en la Tierra tiene algún significado, si ni siquiera puedo comunicar a unos niños mi amor por Dios... ¿qué estoy haciendo? ¿por qué permite Dios tanto sufrimiento? ¿por qué no encuentro mi lugar en el Mundo? He mordido la manzana, soy débil y como cada día del Árbol de la Ciencia ¿y si escondo tras mis alabanzas un sentimiento ególatra? Soy enemiga de Dios ¿por qué hago páginas web si soy anticapitalista? ¿Qué oculta el sentido contradictorio de mis acciones?

Estoy enferma, esta clarísimo que estoy enferma. Tengo un problema y por eso miento constantemente, a mi y a los demás, aferrándome a credos que pasan por mi vida una noche, para no afrontar que el problema está en el centro de mi mente. Me engaño para sentirme parte de un colectivo que me aprueba y no toparme con mis frustraciones de frente, que se traducen habitualmente por un cúmulo de manías, animosidad vulnerable e inseguridad. A veces me creo el ser mas afortunado y otras veces el mas desafortunado de todos los del planeta. Mi mente es un laberinto desordenado con cámaras estancas, como esa parte del tren a la que no puedes entrar, pero oyes claramente su traqueteo, su mal funcionamiento, ahí, detrás de tu propio vagón.
En un ejercicio de auto-análisis busco las motivaciones profundas de mis actos, las mas secretas y oscuras, que organizan toda la arquitectura de los deseos, el sustrado que mueve mi vida diaria y veo que mi conducta no es mas que el resultado de una suma mal resuelta de los traumas de mi infancia. Recuerdo que de niña quería ser entrenadora de perros.

Buda, Dios, el Ello, El Tren... que son la misma cosa han puesto la semilla de la duda en mi corazón, para convertir el antes firme prado de mi personalidad en un campo minado, lleno de agujeros, todavía humeantes. Entro en crisis y lloro, lloro porque ya no se quién soy. Y me duermo.

No sé que hora es, pero tengo de nuevo mucha sed y he olvidado traer dinero suelto para comprarme una botella de agua. El agua del grifo no debe beberse. Hace tiempo que no como ni bebo nada, me siento débil y sola. Me entretengo jugando a 95. Cuento los postes eléctricos que van junto a la vía del tren hasta 95. Es un juego entre El Tren y yo, lo hacemos siempre, contar los postes hasta 95. Me divierto, pero no es una broma, si me salto un número, el tren descarrilará.

No se ve nada por la ventanilla ¿dónde estamos? ¿a dónde me llevan? Tengo miedo. Solo quedamos cinco personas en el vagón y creo que los otros tienen pinta de chungos. Muerdo las mangas de mi chaqueta para sentirme mejor.

¿Se habrán comido ellos a los demás? No quiero preguntarles qué hora es.

Sigo jugando a 95 y el revisor se acerca, pregunta algo. No entiendo. Tengo miedo. Ladro, ladro y gruño, todo lo alto que puedo, espumeo por la boca y saco los dientes. Se aleja, el revisor se aleja. Ya estoy mas tranquila.

Tengo mucha sed. Voy a beber. Me levanto y camino hasta el baño, el suelo se mueve mucho, no me gusta. Bebo del váter. ¡Cuánto necesitaba agua! Vuelvo a mi asiento, me enrosco, haciéndome una bola y me duermo.


Me despiertan. Quiero seguir durmiendo. Varias manos intentan agarrarme,  levantarme, me empujan. Tengo mucho, mucho miedo y ladro, ladro fuerte y me resisto, les muerdo las manos y me resisto, pero pueden conmigo y me arrastran fuera ¿A dónde voy a ir?