martes, 28 de octubre de 2014

Se están comiendo los unicornios

SE ESTÁN COMIENDO LOS UNICORNIOS

No me llamen falta de fe, que yo creo en los unicornios.

Después de esa generación que se llamó la de los mileuristas, que ronda ahora los 30 y se quejaban de que les habían vendido que estudiar garantizaba un futuro laboral deseable: ser médicos, abogados, profesores, publicistas, traductores... Después de ellos, venimos los niños de los 90, una generación hipercualificada (hiperformada, hiperdeformada...) que vivió el auge de Internet a principios de los 2000, y muchos de los cuales hemos estado en un par de países diferentes, al menos de visita, gracias a las becas Erasmus. A nosotros no nos vendieron nada, a mi al menos, no, ya en casa me advirtieron de que estudiar no garantizaba nada, fui consciente del grave aumento del paro en España sobre el año 2001 (tenía 11 años) y la cosa sólo ha empeorado. Desde entonces, nos persigue una constante sensación de estar palpando el fracaso, de ser niños para siempre, porque este país no nos permite crecer y tener un contrato-basura (unicornio), es tener suerte. A los niños nos encantan los unicornios.



La nueva clase social que estamos generando, y a la que ahora quiero pertenecer, porque la alternativa es el desempleo, y es mejor creer que todo se arreglará en un par de años (que no se extinguirán los unicornios) que no creer en nada. La bendición social hacia los contratos-basura nos está estancando en el estado permanente de becarios o estudiantes en prácticas. Después de alcanzar el casi onírico mundo laboral, queda un camino largo a la independencia económica. Los primeros, los becarios, no cobran, se llama “compensación económica” a lo que la empresa quiera, o no, pagarles; los segundos, los aprendices, sí cobran. Según sus sueldos, ambos son generalmente pobres, es decir, por debajo del llamado índice de pobreza; en España, cinco de cada cien personas lo está, pero ni nuestros padres ni el Estado quieren que dejemos de creer en los unicornios.

En los últimos años el uso de la palabra “becario” ha tenido un repunte aterrador, damos por supuesto que tender un puente escuela-empresa es una medida integradora, pero, como suele suceder, se nos pierden detalles en el camino de la teoría (unicornio blanco con purpurina) a la práctica (pony deforme).


La realidad es dura, pero nadie nos quiere a nosotros, becarios y aprendices, recién salidos de la escuela, por debajo de los 25 y con unicornios en la cabeza; hago mala publicidad de mí misma, pero soy honesta. El becario es, utópicamente, un recién titulado, que cambia su tiempo por aprendizaje y experiencia. Pero, regresando a la realidad, lo que suele hacer es ocupar el puesto de un trabajador que la empresa no puede o no quiere costear y por supuesto, lo hace mal. Tener becarios en la plantilla, significa, a nivel legal, dar oportunidades a los jóvenes y recibir por ello bonificaciones del Estado, pero, cuando se cierran las actas del último curso en la Escuela, dejamos de gozar de este privilegio y pasamos a buscar trabajo como aprendices y cobrar por primera vez un sueldo. Mientras nosotros hacemos cola en el paro, la empresa escoge otro estudiante de último curso y sigue recibiendo sus unicornios.

"Se busca joven diseñador gráfico todoterreno, proactivo, con muchas ganas de aprender. Requisitos: enseñanzas artísticas regladas, programas Suite Adobe, 3D, maquetación web, UX, redes sociales, nivel alto de inglés y nociones de caza de unicornios multicolor. Imprescindible convenio con escuela".

En los casos de éxito (unicornios blanquiazules), el becario termina sus prácticas y la empresa desea conservarlo en su plantilla una vez terminado el convenio de estudios, entonces puede, durante un máximo de dos años y un mínimo de séis meses, siempre antes de que hayan pasado cinco desde la finalización de sus estudios, contratarlo como aprendiz, cobrando no menos del 60% del sueldo de otro trabajador que desempeñe un trabajo equivalente. Teniendo en cuenta los salarios mínimos en el 2014 según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social. El Salario Mínimo Interprofesional, es de 645,30€ (brutos) y para Ingenieros y Licenciados de 1.051,50€ (brutos). Dependiendo de la jornada, cualificación y porcentaje que se le decida pagar (tomaremos 60-75% del sueldo equivalente) el suelo de un aprendiz o trainee oscilaría entre 300€ y 900€/mes (netos). Como dato de contraste, en las grandes ciudades, donde hay mas movilidad de puestos de trabajo, alquilar una habitación en un barrio periférico cuesta, difícilmente, menos de 200€ al mes y el precio medio son 300€. Es decir, que trabajamos para ser pobres, pero creemos en los unicornios.

Por último, me retracto del título para decir que no es que se estén comiendo ahora nuestros unicornios, que se los siguen comiendo, sino que llevan comiéndoselos tanto tiempo y con tanta gula (porque están riquísimos), que están en peligro de extinción.

¿Qué van a hacer cuando se acaben? ¿Comerse a los dragones?



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